“Las cosas de la política, la política de las cosas”
No escondo, ni quiero, el
placer que me da cada domingo leer la página que bajo el título de “Patente de corso” nos regala Arturo
Pérez Reverte. Y lo hago con especial interés cuando la misma se refiere a esa
versión suya de la historia de España. Cuantos siglos han pasado y la fina
ironía de don Arturo nos cuenta como nuestro País sigue siendo el bucle del día
de la marmota. Un gran País en todos los sentidos, grande hasta en sus miserias;
un lugar donde nos sacuden una y otra vez y seguimos dando las gracias, pero con
sonrisa de propina.
Estos meses de gobierno en
funciones, pero funcionando a pleno rendimiento y sin rendir cuentas salvo a
los suyos. Ese gobierno ominoso que nos seguirá fustigando al menos cuatro
meses más, sin prisa por dejarlo, pero con prisa para dejarlo todo bien atado
por si cambian las tornas, que todo puede ser, aunque se atisba complicado por
el avispero que se ha visto en esta ya eterna campaña y precampaña. Cada día se
han de llevar más tijeras y hacer más largas las cintas inaugurales para que
salgan todos en la foto oficial. Foto que no sale ni usando gran angular, pues
en ella quieren aparecer: los de hace 4 meses y ahora han sido despedidos, pero
cobrando dos meses más. Los que intentan repetir para volver a pillar poltrona.
Los que se postulan metiendo codo. Los que estaban antaño y quieren volver. Y
toda una de corte de pelotas chupa levitas haciendo de figurantes. Toda la
fauna del postureo y la sonrisa de cartón piedra. Todos esos que juegan a las
cosas de la política, a eso de culpar al otro, de justificarse con eso del “y
tú más”, aunque cierto es, que no hay sombreros para tantas cabezas.
Porque la verdad es que ahora
hará un año que empezaron las cosas de la política, esas que les preocupan a
los profesionales del asunto, esas que en estos meses se ha visto que son lo
importante, el juego del poder. En estos meses el parlamento podía haber
legislado, se podían haber cambiado muchas cosas que el gobierno ha hecho mal o
sencillamente no les ha dado la gana de hacer o cambiar. Pero hacemos cositas
que vendan bien, pero nada vinculante, no sea que luego nos la tengamos que
comer. Al final toca una repetición electoral, que algunos como Rajoy ya
cantaban y que según ellos les conviene, pues los otros gallos llevan meses
dándose espolonazos.
Todo ello ensombrece todo
lo demás. Apaga la política de las cosas, aquella que se hace para beneficiar a
la gente. La política del día a día, la que necesita este País y la que se está
haciendo en muchos rincones sin detenerse, sin parar a pesar de que todo se
adormece por la incertidumbre. A pesar de que quienes deciden donde tienen que
ir las inversiones, sigan esperando a ver dónde les interesa llevar los dineros
para obtener más réditos electorales, para hacer lo que le interesa al partido,
que al fin y al cabo es el que manda y el que les coloca.
Ese parón ha dejado en un
segundo plano el año de Cervantes, que sigue pasando sin pena ni gloria. Aunque
en su obra más universal, el Quijote, se pueden vislumbrar conceptos políticos que
bien pudieran hacer suyos los nuevos aspirantes a gobernantes si algo quieren
escuchar. Sabios consejos como aquellos que dio Quijote a Sancho antes de
partir al gobierno de Barataria. «…No hagas muchas
pragmáticas, y si las hicieres, procura que sean buenas y, sobre todo que se
guarden y cumplan». Muy útil en este País donde
se dicen cosas que jamás se cumplen. O aquellas donde le aconseja que no sea
arrogante, que no se le suba el cargo a la cabeza y que sea prudente buscando
el equilibrio y la ponderación: «…no seas siempre
riguroso ni siempre blando, y escoge el medio entre los dos extremos que en
esto está el punto de la discreción». Pero
sobre todo han de aplicarse el cuanto y que no les ocurra nuevamente lo ya
vivido y su mandato sea tan corto como el del Sancho Panza que tras solo diez
días de gobierno se marcha con todo un canto a la honestidad: «… sin blanca
entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de como suelen salir los
gobernadores de otras ínsulas. Y apártense, déjenme ir, que me voy a bizmar,
que creo que tengo brumadas todas las costillas, merced a los enemigos que esta
noche se han paseado sobre mí.». (Cap. XLIII
Libro II) Salud.
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