" Los muñuelos de la abuela "
“Ya empezaba a oler. El aroma del
aceite caliente se deslizaba hacia arriba por las empinadas escaleras de la casa
chica. Era muy pronto aún para levantarse…”
Era el día de la Pura , el de la Inmaculada y no había
escuela, madrugando tanto no iba a estar más que arreciíto el día entero.
-Buffff ¡que olor más rico, que olor
más bueno! –orisqueba el chaval todavía adormilado. Mientras el aroma se
tornaba harinoso y empezaba a sonar un chisporreteo conocido, pero para su
pesar, poco escuchado y mucho menos frecuente-.
-¡Niña, niña! –Se apresuró
impaciente hacia la cama de su hermana- ¡Corre, corre, levántate que agüela
está haciendo muñuelos!.
Sin miedo a caerse por las empinadas
escaleras, volaba relamiéndose la babilla esperando colarse en la cocina y en un
descuido de la abuela, catarlos, aún a riesgo por impaciente quemarse bien el
jozico.
- ¡Niño, suelta ese muñuelo que te
vas a quemar! –Le reprende la abuela, con un ojo puesto en el chiquillo y el
otro en el aceite hirviendo- Anda vete a quitarte esas lagañas, atusarte ese
pelo y siéntate en el descansillo quietito hasta que baje tu hermana y yo acabe.
Luego os pondré un tazón de leche calentita para migar los que quieras y tupirte.
Pero ahora quieto.

- ¡Vaya tupa que os vais a pegar,
vaya par de golosos geteros! –reía la abuela, mientas el zagal no quitaba el
ojo del plato, ni de su rival en el duelo, que a la chita callando también se
aplicaba con soltura al cuento-.
Ni a enfriarse le dio tiempo al
tazón de muñuelos migaos cuando en el plato solo se apreciaban restos. La
barriga se les veía abultada y cara de estar satisfechos.
-¡La panza tenéis como un chiche!
–Les decía la abuela riendo.
- ¿Agüela, cuando haces más? –preguntaba
el chaval a su abuela, que preparaba ya otra tanda para la merienda y para
disfrutar también los mayores, porque a nadie le amarga un dulce y bien tupíos
estaban el par de renacuajos, que ya ni piaban y se les veía bien quietos.
Con el tiempo el niño aprendió que
aquello que decían muñuelos, era algo entre churro y buñuelo de viento,
adornado con azúcar los más días y con miel dulcecita, de ciento en viento. Hoy,
al levantarse con este frío de hielo, se hizo unos pocos muñuelos, ¡pero no eran
como los de la abuela, pero ni de lejos!. Y mientras comía recordaba, momentos
y aromas. Otros tiempos.
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