“Legado de nuestros padres, herencia de nuestros hijos”

   Para acabar el mes yantamos un grupo de amigos en el Rapa un puchero de alubias con sus divinos sacramentos que nos hicieron subir a los altares del placer gastronómico. Relatábamos entre bocado y bocado de alubias, tocino, oreja o costillas, que son estos momentos los que nadie puede quitarnos, esos de charla y chanza en buena compañía. Pero en los que también salen preocupaciones,  pesares o desvelos. Y es que el mes que se ha ido, lo ha hecho haciendo honor a su fama de loco con días 28. Loco en todos los sentidos y sobre todo en lo meteorológico con nieve, lluvias, aire y la peor riada de los últimos años. Todavía queda nieve en las alturas pero parece que las aguas vuelven a su cauce y no gracias precisamente a la confederación. En el camino ha dejado un reguero de destrozos, cientos de afectados y sobre todo muchas dudas: ¿aprenderán de los errores quienes tienen que hacerlo?, ¿se podrán limpiar ciénagas sin que te multen?, ¿se limpiaran calles y carreteras cuando nieva?, ¿se arreglaran instalaciones para evitar estar varios días sin teléfonos o televisión?, ¿se preverán medidas de choque para el transporte público, servicios médicos y sociales?, ¿se analizará de manera sosegada el porqué de la avenidas para evitarlas?, ¿se exigirán responsabilidades e indemnizaciones en tiempo y forma?. Me temo que la cosa será complicada y actuarán como siempre, foto con cara de circunstancia, promesas vacías y la losa del tiempo como solución y remedio para taparlo todo. Al final el barro irá desapareciendo pero no lo hará el temor a sus lodos.

  También febrerillo el loco nos dejó una desalmada, unilateral e interesada propuesta que golpeó nuestra realidad a modo de colleja. Desde la seguridad de la lejanía, con gran boato y despliegue de medios, nos enteramos que éramos destinatarios del premio gordo del nuevo sueño americano: el fracking. Las Merindades habían sido elegidas para desarrollar ese que dicen es un sector estratégico, ese que llaman energético. Ese sector importante para los españoles que los gobiernos de Aznar y ZP malvendieron a empresas privadas a cambio de cómodos sillones en consejos de administración bien pagados. Empresas privadas que solo buscan lucrarse y llevarse los beneficios fuera de nuestro País a cambio de unas migajas para los “beneficiados” y ruina y desolación para el resto. Empresas antes públicas y ahora en manos de mercados y manipulación respaldadas por decisiones políticas que modifican las leyes para legitimar sus tropelías por encima de la voluntad de la gente y en nombre de un supuesto interés general. Ese mismo interés que nos priva del derecho fundamental a decidir sobre qué futuro queremos para nosotros y sobre la herencia de nuestros hijos. Nos impiden a decidir por ley a todos nosotros, aquellos que sostenemos y hacemos posible otro sector estratégico como es la comida. O que podamos decidir sobre nuestra tierra, la que guarda en sus entrañas el germen de la vida: el agua. Esa misma fuente de vida que quieren envenenar con sus mentiras y sus productos químicos. Está demostrado que sin petróleo podemos vivir, pero no sin alimento o agua. Ya no es solo cuestión de destruir la riqueza medioambiental o la herencia cultural de Las Merindades. No es cuestión de perder la riqueza personal o material. Se trata de la vida. Porque el dinero no se bebe por mucho que se empeñen en que lo traguemos. Y es más, la empresas que sustentan ese sueño envenenado lo hacen sobre una base de responsabilidad de 4.500€ de capital, sostenidos por una maraña de sociedades extranjeras que vete tú a buscar el día de mañana cuando salga un problema.

Sabemos que luchamos contra molinos de viento, pero lo hacemos por un ideal, un sueño, una meta y contra un obstáculo. Igual que Don Quijote lucha contra los molinos terminando herido y en ridículo. Esa es la lucha contra los gigantes que nos dejan tan pocas opciones y posibilidades. Pero tenemos la certeza que se les puede ganar a ellos y a sus cómplices hipócritas, pero hace falta el coraje para empezar y nos sobran argumentos para hacerlo. En este sentido Alonso Quijano en su lecho de muerte nos ayudó en la lucha y dijo: «Yo tengo juicio ya, libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia». (Cap. LXXIV, Libro II). Salud.

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